1 Las cosas buenas a veces vienen de a tres, lo cual se aplica incluso a los artistas del Renacimiento. Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y Rafael fueron los Tres Grandes. Eran genios de la escultura, la pintura y la arquitectura. Aunque Rafael era el más joven, se lo consideraba el mejor pintor de los tres.
2 A Rafael se lo conoció por sus hermosos cuadros de la madre de Cristo y sus frescos de la Basílica de San Pedro. Como muchos artistas del Renacimiento, su origen italiano lo expuso a la cultura desde corta edad. Su nombre completo era Raffaello Sanzio y nació en Urbino el 6 de abril de 1483, que casualmente era también Viernes Santo. El padre de Rafael, pintor y poeta en la corte de Frederico da Montefeltre, le dio sus primeras lecciones de arte.
3 En esa época, los niños eran aprendices de otros artesanos o artistas para que aprendieran su oficio, por lo que Rafael recurrió a otro pintor llamado Perugino en busca de un adiestramiento más formal. Rafael pasó cuatro años en el taller de Perugino y aprendió tanto como pudo. Copió fielmente el estilo de su maestro y se volvió tan bueno en ello que es casi imposible decir qué detalles fueron pintados por el maestro y cuáles fueron hechos por su ilustre estudiante. El estilo de Perugino era claro y su composición, perfecta porque alguna vez estudió con Leonardo da Vinci. Los retratos de Perugino tienen expresiones calmas y pensativas. Las madonas posteriores de Rafael también tenían esa cualidad de serenidad.
4 En 1504, Rafael se fue a vivir a Florencia y rápidamente se hizo tan conocido como Leonardo da Vinci y Miguel Ángel. Pintó diecisiete madonas y otros cuadros de la sagrada familia para clientes adinerados. Las madonas le dieron a Rafael la reputación de ser el mejor retratista durante el Renacimiento.
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