1 "¿Puedo ir contigo, papá?" le preguntaba María Mitchell a su padre todas las noches. Le encantaba mirar por el telescopio con él. La respuesta de su padre siempre era: "Sí, María". María era una niña afortunada porque la mayoría de la gente a principios del siglo XIX pensaba que a las niñas sólo se les debía enseñar a cocinar y a coser. Los Mitchell eran diferentes porque creían que debían educar igual a hijas e hijos. María era la tercera entre diez niños y los Mitchell tenían una escuela en su casa. Les enseñaban ciencias y matemática a varones y mujeres. La familia de María siempre la alentó a ser lo que quisiera ser.
2 María aprendió a leer a los cuatro años y desde pequeña compartió el amor de su padre por la astronomía. Cuando tenía doce, lo ayudó a registrar el tiempo de un eclipse solar. María y su padre pasaron muchas horas juntos en el techo de la casa, "barriendo" los cielos con su telescopio. Cuando era joven, María trabajó como bibliotecaria. Usó la colección de la biblioteca para aprender más de ciencias y matemática.
3 Por la noche, continuaba ayudando a su padre con la astronomía. Él era generoso con el tiempo personal que le daba a María para usar el telescopio sola. Una noche de octubre de 1847, María estaba "barriendo el cielo" cuando se dio cuenta de que una estrella borrosa y apenas visible no era una estrella. ¡Era un cometa!
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