1 Esther se inclinó sobre el gran sembradío de consueldas. Las hojas grandes y verdes, de tallos gruesos, estaban cubiertas con una pelusa rígida y espinosa. Con un cuchillo corto y guantes, cortó una gran cantidad de hojas y las puso con prolijidad en la gran canasta de mimbre tejido que tenía a su lado, en el suelo.
2 Luego se acercó al sembradío de tomillo. La planta de poca altura se esparcía en un espeso tapete verde. Unas pocas flores diminutas le hicieron un guiño mientras tomaba la tijera y cortaba varios puñados. Detrás del tomillo había matas de salvia y romero. Esther frotó los dedos sobre las hojas de salvia e inhaló el aroma de aceites altamente perfumados.
3 Sus ágiles dedos cortaron varias ramas largas de la planta que habían perdido la forma. Tomó las ramas y las puso en la canasta junto con las otras hierbas. El romero tenía hojas cortas y duras, casi como agujas de pino. Esther eligió los brotes tiernos que habían crecido ese verano y también colocó cuidadosamente varios puñados en la canasta. Los olores acres se pegaron a sus manos y llenaron el aire que la rodeaba. Pensó que esta era una de las mejores partes de trabajar con hierbas.
4 Por último, Esther fue a la sección del jardín donde las plantas de lavanda del borde colgaban parcialmente sobre la pared de piedra de la terraza. El follaje gris azulado armonizaba a la perfección con las piedras gris oscuro de la pared. Rozó sus manos sobre las altas matas de espigas de flores de lavanda. Lo que a cada flor le faltaba en tamaño, lo compensaban en cantidad. Varios puñados de la hierba de perfume embriagador fueron colocados en la canasta hasta casi desbordarla. Ahora venía el trabajo verdadero.
5 Esther se ubicó junto a la mesa del amplio porche de su casa. Allí dividió las diferentes hojas que había cortado y las flores en montones separados. Apartó la consuelda porque la usaría fresca en un lote de ungüento curativo. Al tomillo, la salvia y el romero los secaría. Aunque mucha gente pensaba que eran solamente para cocinar, también tenían valor medicinal. La lavanda era su favorita. Las flores y las hojas se podían usar de muchas maneras, pero primero había que clasificarlas.
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