1 A principios del siglo XVIII, los Estados Unidos eran un pequeño país. Era un grupo de diminutas colonias: un poco más que una angosta franja de personas agrupadas a lo largo de la costa Atlántica. Los colonizadores aún tenían que construir granjas y hogares de los bosques. En 1734, nació en esta nueva tierra un niño llamado Daniel Boone.
2 Daniel era el sexto de doce hijos. Pasó sus primeros años en una granja en Pensilvania. Como muchos niños de esa época, nunca fue realmente a la escuela. En cambio, adquirió habilidades de supervivencia como herrería y agricultura. Más tarde, aprendió a leer y a escribir.
3 Cuando creció, el niño pasaba mucho tiempo vagando por los bosques cercanos a la granja. Se hizo amigo de gente de las tribus nativas del área. También estudió los hábitos de los animales salvajes. Se lo conocía como a un cazador de primer nivel. Esos rasgos que hacían a Daniel sentirse en la naturaleza como en casa también marcaron el curso de su futuro. Nunca le gustaron los grupos grandes de personas. Nunca permanecía en un lugar por mucho tiempo. Casi nunca hacía las cosas de la forma sencilla.
4 La familia Boone se mudó al sur, a un valle fértil en Carolina del Norte. Daniel se convirtió en un hombre joven. Su amor por lo salvaje creció con él. De vez en cuando se iba de "largas cacerías", y desaparecía en los bosques durante meses.
5 En ese entonces, los Montes Apalaches marcaban el borde exterior del mundo conocido. Cualquiera que los cruzaba debía utilizar su machete para crear su propio sendero. Más allá de las montañas se encontraba la indómita área de Kentucky. Daniel había oído historias sobre el lugar. Las historias decían que sus bosques estaban llenos de vida salvaje. Mientras trabajaba en la granja, el joven soñaba con escabullirse como un ciervo por los profundos bosques de Kentucky.
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